Con apenas 20 años fue enviado a la península para luchar en la Guerra Civil española. Militante falangista en plena guerra se percató de que la filosofía de Primo de Rivera no era más que pura propaganda. Al término de la guerra permaneció en el ejército algún tiempo más, aunque muy desencantado por todas las atrocidades vividas y horrorizado por las continuas barbaries de uno y otro bando. Él siempre decía que “me limité a mantenerme con vida y a salvar las que pude”.