Nació en San Andrés y Sauces el 5 de febrero de 1900. Estudió primaria y bachillerato en su pueblo, en una época en que los exámenes se realizaban en la capital, Santa Cruz de la Palma: los catedráticos viajaban desde Tenerife en barco y los alumnos en falúa desde los Sauces. Los últimos años de bachillerato los cursó en la Laguna, donde tuvo compañeros como Nijota y Cecilio Marrero.
Vegetariano y naturista, estos hábitos le llevaron a frecuentar una tertulia en Madrid, a la que al parecer, en alguna ocasión asistió uno de los encausados por la muerte del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, en marzo de 1921. Sin comerlo ni beberlo, José Gerardo fue detenido y desterrado a Cádiz. Gracias a la intervención de D. Pedro Pérez Díaz, abogado del Consejo de Estado, el traslado se hizo en ferrocarril para que no le aplicasen la Ley de Fugas y así salvar su vida.
Es en Cádiz donde completa el primer curso de Medicina pero descontento con la situación de inseguridad y desorden obtiene permiso para viajar al extranjero. Marchó a París acompañado de su madre Doña Maria, mujer de carácter duro y sobrio, pero llena de generosidad y amor al prójimo, cualidades que marcarían la personalidad de su hijo.
Ya en París cursó toda la Carrera de Medicina en la Universidad de la Sorbona. Su formación médica estuvo marcada por los Agregados Franceses de los que nombraba mucho al cirujano L`Escene, - que solía decir a sus alumnos que si sufrían un infarto deberían cambiar de especialidad y hacerse oftalmólogos - y al profesor Pasteur Valery-Radot, alergólogo y nieto de Pasteur. Se doctoró bajo la dirección del Prof. Benzançon: su tesis “Contribution a L`Etude du rôle de la Contamination de L`Enfant dans la Tuberculose Pulmonaire de L`Adulte” fue muy celebrada en Francia en aquellos tiempos y de ahí vendría su convencimiento de que la mejor suerte para un niño de la época, era tener un abuelo tuberculoso que muriese pronto.
La validación del doctorado en París pasaba por ir a Colonias o trabajar en la Asistencia Pública Domiciliaria. Escoge ésta última de la que reseñaba diversas anécdotas: para abundar sobre la preocupación que ya se vivía en la época por los programas de Salud Pública, contaba que por las noches, cuando regresaban de atender a un niño, el cochero le llevaba primero a la Comisaría del Distrito donde se guardaba en una estufa el cultivo del exudado faríngeo del niño, como campaña para la prevención de la Fiebre Reumática. Otra anécdota era la de una de sus primeras visitas domiciliarias en la que una “nani” negra salió a su encuentro gesticulando y diciendo “pase Doctor para que vea que sarampión más precioso tiene el niño”.
La Salud Publica fue siempre una de sus grandes preocupaciones. Vivió muy de lleno la llegada de la vacuna Salk y contribuyó a la erradicación de la polio en Tenerife. Su conocimiento del metabolismo le llevó a criticar duramente el diagnóstico de “acetona” y tenía su forma de interpretar las crisis convulsivas de los niños para que no se hiciesen demasiados diagnósticos de epilepsia.
En el año 1953 trato a dos pacientes con síndrome de Guillain-Barré mediante piroterapia con vacuna tífica. Tenía conceptos de clínica neurológica muy depurados, adquiridos como Interno del Prof. Clovis Vincent, que practicaba estrictamente ya que en su época podía suscitarse la duda entre negarle un ingreso a una niña por tener polio o enviarla a Barcelona para que el Dr. Ley la operase de un tumor cerebral.
Su educación dermatológica le dio una capacidad diagnóstica de visu y clínica muy profunda. Eso le llevó a un gran y continuo contacto con el dermatólogo Dr. Ginés Vivancos y no era raro verlos conversando a pie firme sobre algún paciente, en la esquina de Costa y Grijalba con la Rambla, dada la proximidad de sus domicilios. No era raro que hiciese salir a sus hijos, aún pequeños, del coche en que le acompañaban al atardecer en sus visitas domiciliarias, para subir a la casa de un niño y decir “esto es un exantema subitum, tras cinco días de enfermedad, se puso bien y le brotó el rash”, o decir “esto es una varicela, es como un cielo estrellado, hay estrellas de todos los tamaños y en distintas fases...”, o “toquen, toquen, estos ganglios en el occipucio solo los da la rubéola, pero también se producen en los hilios pulmonares, de ahí, la tos...”
Terminada la fase de París vuelve a Madrid sobre 1928, donde entre junio y septiembre se examinó de toda la carrera de Medicina para poder convalidar el Título francés. Allí trabó una gran amistad con D. Carlos Jiménez Díaz, el Catedrático más joven de España, que perduraría a lo largo de los años y en la que se integraba íntimamente D. Angel Capote, gran cirujano de las Islas y origen de otra saga de médicos canarios. Fue también muy cercano a D. Gregorio Marañón y al Prof. Gay Prieto.
Regresó a La Palma hacia 1928. Trabajó una temporada en San Andrés y Sauces pero no llegó a desembalar su aparato de Rayos X que acabo instalando en la calle 25 de Julio, cerca de la Plaza de los Patos, en Santa Cruz de Tenerife. Trabajó como tisiólogo en el Dispensario Antituberculoso de la calle de San Lucas y ocupó una plaza benéfica en el Hospital Civil. En el Dispensario conoció a su esposa, Isabel Rodríguez Killius, Practicante y Enfermera, que se incorporó al Dispensario después de haber permanecido tres años en Nueva York con una beca de la Fundación Rockefeller.
Fundador del Partido Socialista Obrero Español en La Palma, su afiliación Socialista y a la Masonería, le traería los problemas propios de la época: Dos años preso en Fyfes y dos años de destierro en Santa Cruz de la Palma, donde podía estar en la cárcel o en la Clínica de D. Miguel Pérez Camacho, dependiendo del talante del Delegado del Gobierno de turno. Recordaba de esa época la humanidad y buen trato que siempre le deparó el Sr. López Socas, sobre todo el día que recibió la comunicación oficial de su cese como Médico del Hospital Civil. El final de la pesadilla política aguda fue tener que ir a Madrid para ser juzgado por el Tribunal para la Represión del Comunismo y la Masonería. Una de las imputaciones que le hicieron fue la de no cobrar honorarios y así tener a los campesinos de su parte en caso de alguna revuelta... Nunca pudo abstraerse de un interés continuado por la política, tanto Nacional como Internacional, aunque se retiró totalmente de una vida activa en la misma. Siempre fue respetuoso con sus oponentes aunque no compartiera sus ideas.
Su interés por todos los temas de la Medicina era inagotable. Junto a su excepcional conocimiento de la Tuberculosis (según opinión del Dr. Torres Gost, tisiólogo eminente del Hospital del Rey y de la OMS), destacaba su dedicación a la Pediatría; su profundo interés por la Electrocardiografía, primero empírica y luego deductiva; su entendimiento de la Endocrinología, de la que desempeño plaza en la Obra Sindical 18 de Julio durante muchos años hasta su jubilación. Su gran habilidad como radiólogo torácico y digestivo era incuestionable. Los primeros aparato que se importaron en España tras el bloqueo económico de la post-guerra, fueron el Siemens Pleophos con fotoseriador Rapidix y Odelca de D. José Gerardo, y a los pocos meses el de el doctor D. Leocadio López. En parte, la motivación para la adquisición de este equipo de tecnología punta en aquellos tiempos, fue él poder hacer los reconocimientos escolares y las revisiones de los emigrantes a Venezuela. Desde 1950 el auge de la emigración canaria hacia Venezuela trajo la condición impuesta por aquel País, de que los futuros emigrantes no podían sufrir Tuberculosis ni enfermedades Venéreas. De ahí que D. Gerardo y D. José Domínguez se encargaran de las revisiones neumológicas y los doctores Juan Friend y Juan Martín se encargaran de la evaluación de las enfermedades venéreas, ayudados en el Laboratorio por el Dr. José García López, que entre otras cosa hacía las extracciones de jugo gástrico para inoculación al cobaya en los casos dudosos.
Pionero en lo que hoy se conoce como I+D+I (Investigación, Desarrollo, Innovación), de su electrocardiógrafo de hilo de Wilson pasó a un aparato Sanborn y luego a un Hewlett-Packard, compañía que adquirió la de Sanborn a principio de la década de los 60 para el desarrollo de sus equipos. Conseguir esos aparatos en la época pasaba por una pesadilla importadora en la que tenía que mediar algún amigo, hombre de negocios, que pudiera facilitar los dólares en destino. El segundo aparato pasó hasta tres veces por el muelle de Santa Cruz de Tenerife, sin que pudiese ser bajado a tierra, para gran desesperación del Dr. Martín Herrera que ansiaba probar el nuevo “juguete” en alguno de sus hijos.
La consulta de Pediatría de D. Gerardo fue muy numerosa. Siempre ayudado por su esposa Dª. Isabel, seguían un estricto programa de vacunaciones. Todos los martes se pesaban los infantes a los que había destinada una gran sala en la que coexistía una mesa con pesas para neonatos y unos muebles con sus planos inclinados, a una altura razonable, para que las madres pudieran desnudar a los niños. Asimismo había dos habitaciones para que las madres amamantaran y poder pesar la ingesta y decidir el suplemento de la dieta del niño si fuese preciso.
Desde niño se caracterizó por su extraordinaria capacidad de lectura y a lo largo de su vida acumuló una gran biblioteca Médica y de Humanidades. Mantuvo subscripciones a gran cantidad de revistas y periódicos y profesó verdadera adoración por los libros, siendo éstos su regalo preferido en Navidades para todos sus amigos.
Su vinculación a la Cultura Francesa le llevó a fundar la Alianza Francesa de Santa Cruz de Tenerife de la que fue Presidente durante muchos años y luego Presidente de Honor. El Gobierno de la República Francesa le nombró Caballero de la Orden Nacional del Mérito Civil de Francia, condecoración que lucía con gran orgullo en el ojal de su chaqueta.
Hasta los ochenta años continuó atendiendo su consulta y haciendo visitas domiciliarias y hasta esa edad se siguió entusiasmando si encontraba algún libro que explicara bien el equilibrio electrolítico o los principios básicos de la química. Su lema fue siempre que cuando se comenzaba a estudiar un tema había que terminarlo. Siempre estuvo haciendo proselitismo entre los jóvenes para que estudiasen Medicina y bastantes médicos de nuestras Islas deben su vocación a Don Gerardo.
Sufrió de úlcera gástrica durante toda su vida e intuyó el substrato bacteriológico de esta patología al comprobar que tras un tratamiento con antibióticos mejoraban espectacularmente sus síntomas. Este era un tema de charla y discusión permanente con su gran amigo canario y Digestólogo de la Fundación Jiménez Díaz, el Dr. Carlos Marina Fiol. D. Gerardo habría disfrutado con el descubrimiento del Helicobacter pylori. Murió a consecuencia de un cáncer gástrico en 1984.
Cumpliéndose en este año el centenario de su nacimiento, de él ha dicho en la prensa, el Dr. Enrique Gonzáles : “Fue uno de los médicos mas interesantes del Siglo XX en Canarias. Su vida nos recuerda un personaje de Ficción, del mejor estilo, comprometido con la Medicina y con la Sociedad.”
De su matrimonio con Dª. Isabel nacieron cinco hijos: Isabel, Enfermera; José Gerardo, Neurocirujano; Emilio, Cirujano Torácico; Ernesto, Catedrático de Ciencias Físicas; y Luis, sufre Síndrome de Down y ha sido el centro de toda la familia.
Entre sus nietos, siguiendo la tradición, hay cuatro Médicos: José Valdivia Martín, Médico de Familia; María del Mar Martín Dorado; Dermatóloga; Emilio Martín Díaz, Cirujano Torácico y Ana Martín Villalva, investigadora en Neurociencias. Y una Estudiante de 5º año de Medicina Nanci Valdivia Martín.